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martes, 1 de diciembre de 2009

Capítulo 5, Tercera parte: "Origenes"


Tercera Parte


Los jóvenes no pronunciaban sonido alguno. Ni siquiera se miraban entre ellos sino que tenían la mirada puesta en Quimval, que por cierto se tomaba el tiempo necesario para tomar agua y generar mas incertidumbre. Volvió a hablar.


-Cada pareja formó una comunidad. Aquel día nacieron Geut, Tenshken, Keiok, Koshen y Yenú. Cada una ocuparía miles y miles de kilómetros cubriendo toda la tierra, aquella que algún día llegarían a poblar en su totalidad. Y hete aquí la tercera y ,creo, más importante falacia: el plano Impuro no se creó en esos días los jóvenes se miraron entre ellos, desconcertados, pero Quimval no les dio importancia y prosiguió con el relato no era la intención, ni siquiera estaba en los planes. De hecho pasaría un largo tiempo hasta que se creara. El mundo era uno sólo. Único, armónico y en paz. Las comunidades fueron creciendo en población e infraestructura. Se fueron expandiendo y descubriendo nuevos paraísos. Y fue después de muchos años cuando entonces, indefectiblemente llegaron los problemas. la anciana volvió a sonreír mostrando una dentadura extremadamente blanca  jovencitos, lamentablemente el hombre jamás supo convivir. Aquellos que fueron hermanos ya no lo sentían así. Las disputas por territorios y poder se acrecentaron aunque, todavía, estaban lejos de ser graves.  Cuenta la historia que otra buena mañana los Kooch, como se conoce a aquella pareja de sabios que dio origen a esta hermosa creación, se presentaron nuevamente frente a sus hijos y lo hicieron con un anuncio que nadie esperaba: “les dimos vida, les dimos tierra. Los criamos como hijos, y ustedes crecieron como hermanos. Sin embargo, hoy tuvimos un sueño que no es más que pesadilla. Vemos disputas, vemos guerra entre su gente. Vemos que sólo aprenderán a ser enemigos” Quimval hablaba con semejante pasión que los jóvenes podían imaginarse la situación a la perfección. Ellekuf, sin embargo  mostraba una mueca de cierto descreimiento. ¿Qué pasa pequeño Elle, te desconcierta que sepa palabra por palabra hasta lo que han dicho?


-Ya no soy pequeño, Quimval contestó visiblemente perturbado Y para serte sincero, sí, me desconcierta. Me parece extraño aunque esté escrito. Como es que conoces cada detalle, cada palabra.


-Bueno, sí, sabrás que sí está escrito y debería alcanzarte. Se han encontrado cientos de documentos. Pero si eso no te sirve, no solo lo he leído, lo he visto Ell, aunque eso es otra historia. Tampoco hay tiempo. Tal vez me creas así remató la anciana acallando las preguntas que estaban a punto de realizar cada uno de los amigos Y entonces el Gran Sabio dijo: “confío en ustedes, se que pueden vivir en esta tierra y también se de que forma. los chicos quedaron atónitos: ya no era la voz de Quimval, sino la voz de un anciano. Una voz fuerte, aunque suave. Sabia: estaban escuchando la voz del aquel hombre, como si estuviese hablándoles a ellos ahí, en esa misma habitación.  Ellekuf por primera vez en la noche sonrió   “pero un futuro negro vendrá. Y tal vez haya que cambiar algunas cosas porque vencerlo estará en sus manos: hoy inmortalizaremos éste paraíso para mantener viva su pureza porque sin ella no habrá mas vida, la tierra no podrá soportarlo. No obstante,    la misma tierra, el mismo paraíso y el hombre seguirán su curso pero en otro plano. Un plano en donde el hombre se enfrentará a su propia esencia, esa que será la culpable de muchos de sus males venideros, y el hombre luchará con el fin de derrotarla. Un plano dónde todos y cada uno de sus habitantes tendrá que aprender a verse las caras cada mañana. Apreciarse cada noche. Y para eso, también es necesario que comiencen nuevamente el camino pero unidos, sintiéndose parte de una sola comunidad.  Por eso hemos decidido que ustedes, hijos míos refunden sus comunidades en lo que será un segundo plano: el Puro.  Se que es no es fácil entenderlo pero dividir la misma vida y su curso en dos, es la única forma de evitar que se desencadene la catástrofe que vimos y que nuestra raza no desaparezca. Las personas de sus actuales pueblos olvidarán todo. Se olvidarán de ustedes y de sus propios pasados y amanecerán en lo que será su nuevo mundo, virgen y a su merced. Lo harán en ese Plano llamado Impuro donde tendrán la posibilidad de volver a empezar, pero completamente solossin ustedes.  Aquel será un plano Impuro porque las almas de aquellos ya perdieron la pureza. Con su madre creemos que es porque no han tenido la gracia de nacer bajo el Gran Árbol.  Y podemos ver también, que en un futuro será inexorable que se corrompan más y más. El hombre pide libertad hijos míos, pero una vez que la tiene no sabe que hacer con ella. Necesita quien lo guíe, quien lo guarde.  Es por eso que a partir de hoy ustedes tendrán esa oportunidad, esa misión y la llevaran a cabo desde aquí.  El triunfo llegará cuando ambos planos se puedan volver a unificar. Cuando el hombre se demuestre a si mismo que puede vivir para él y para sus hermanos. Desde el plano Puro y cada día, ustedes agradecerán junto a sus nuevas comunidades esta pureza que conservan.  Lo harán curando a una tierra que de a poco se volverá marchita, y ayudando, por siempre, a sus hermanos para que en el otro plano puedan ganar la batalla. La batalla contra ellos mismos, que es de todos y que si pierde, será el fin. Recuerden que todo lo que ocurra en un Plano incidirá en el otro. Son dos vidas paralelas de una misma tierra y en un mismo tiempo” tras esas fuertes palabras, Quimval cerró los ojos y se mantuvo en silencio por unos segundos.  Los jóvenes la miraban con los ojos abiertos y sin emitir ningún sonido. Luego, la anciana volvió a hablar pero con su voz natural   fue ahí, en ese mismo instante cuando el Sabio terminó su discurso, que por arte de magia todo aquello que hasta ese día había sido construido por las viejas comunidades se fue tornando más y más gris hasta desvanecerse por completo. En un abrir y cerrar de ojos desaparecieron pueblos enteros. Todos empezarían de nuevo.  Allí parados, sólo quedaron los Kosh, sus diez hijos y la tierra, virgen y  paradisíaca nuevamente. Un nuevo mundo, dividido en dos, había cobrado vida. Dos nuevas vidas paralelas.  Acercándose  a los cinco líderes hombres que no salían de su asombro, el anciano les mostró cinco rocas cristalinas y les confió: “cada roca tiene un poder…


domingo, 29 de noviembre de 2009

Capítulo 5, Segunda parte: "Origenes"

-Por error ayer fue publicada una versión errónea de esta parte del capítulo. Sepan disculpar.


Segunda parte


-¡Quimval! ¿Qué haces aquí?
- Que yo sepa, lo mismo que tu.
- Sabes a que me refiero. Digo... No habíamos notado tu presencia. De todos modos no hablábamos sobre algo en especial. Cosas de la vida, nada importante eso último, lo dijo mirando a sus amigos, buscando una complicidad que no encontró: como sí se hubieran puesto de acuerdo, todos voltearon la vista evitando contestar....
- Oh 
articuló la anciana simulando cara de decepción nada más pensaba hablarles sobre los Cinco poderes. Creí que estaban un tanto intrigados y bueno... pero debo haber escuchado mal.Quimval amagó con irse cuando Küntruy exclamó:
- Espera, ¡Quim! ¡Sí queremos saber que diablos son los Cinco poderes!
- Me alegro querida, porque lo deben saber. 
afirmó Quimval haciendo énfasis en la palabra deben  es esencial para enfrentar lo que viene. Coincido firmemente con que pueden cambiar esto.
- ¿Nosotros? interrumpió Ayükelem  ¿No te has creído la estupidez de Küntruy? preguntó  e intentó afirmar al mismo tiempo. Quimval le sonrió ¿O si?

- No lo creído, simplemente lo sé. Ustedes son los que deberían empezar a creerlo.
- Discúlpame Quim, se que eres una de las mejores Sabias que han tenido las comunidades originarias. ¿Pero creer que? ¿Que cuatro jóvenes que no llegan a la mayoría de edad pueden detener la revolución más grande que se recuerde en la historia? inquirió Duam entre risa y preocupación.
- Exactamente, y con toda seguridad. los ojos verdes le brillaban emitiendo un dejo de esperanza y, valga la redundancia, sabiduría Pero deben prepararse, no será sencillo. Por lo pronto los espero esta noche, después de cenar, en mi hogar.

Sin esperar alguna respuesta, Quimval dio media vuelta y se dirigió a un terreno un tanto mas lejos para continuar con el curado de la  tierra. El gran grupo de guardianes permaneció unas cuantas horas más. De a poco el pasto se fue volviendo mas y mas verde. Un verde intenso y brilloso. El arroyo se cristalizó hasta volverse un fiel reflejo del cielo. Los árboles se poblaron de hojas y  estas de  pájaros de todos los colores de la naturaleza.  Finalmente, el cielo se despejó: una vez mas la misión estaba cumplida. Ahora restaba que en el plano Impuro alguien se dignara a prohibir
esa matanza. 



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Ya era de noche en el valle.  La  fuerte luz blanca de la luna se reflejaba en el lago formando una especie de ”sendero” que se fundía en la orilla. Y junto con el resplandor que generaban las millones estrellas del cielo despejado, hacía que la oscuridad no fuera tan densa sino que mas bien, hubiera una visibilidad de varios metros.


Küntruy esperó a que sus padres se durmieran. De hecho esperó a que el resto de la comunidad durmiera. Así fue que cuando creyó estar segura de eso, salió de su cuarto cuidando de no hacer ruido. Y efectivamente, sus padres dormían. Se detuvo al escuchar que Igou Shia, su hermanita menor de cinco años había hecho un ruido extraño, pero tras corroborar que todo estaba bien, siguió caminando. Al pasar frente al cuarto de Montuln, volvió a escuchar otro ruido. Pero ese le preocupó: desde la muerte de su hermano, nadie había ocupado ese cuarto. De hecho, todo estaba como entonces: sus ropa, su cama, sus cosas. Todo seguía ahí, intacto. Sus padres no habían podido superarlo. La joven  ingresó sigilosamente a  la habitación con algo de temor y vio, felizmente, que lo que provocaba el ruido no era mas que una ventana abierta.  Sin embargo, por un momento le pareció extraño pero decidió no darle mucha importancia. Tras cerrarla, finalmente salió de su casa.
El silencio que se respiraba afuera podría ser cortado con un cristal. Todos parecían dormir tranquilamente.  Junto al lago, había una pequeña cabaña que emitía una tenue luz por el espacio que quedaba entre las cortinas y las ventanas. No era algo que se notara a simple vista: cualquier despistado hubiese afirmado que allí dormían también. Al verla, Küntruy sintió una especie de ansiedad y empezó caminar más rápido. Pensó en buscar a sus amigos para llegar juntos, pero no podía esperar más. No se había sentido así por el resto del día pero ahora experimentaba una rara necesidad de escuchar cuanto antes todo lo que Quimval tenía para contarles.  Entonces comenzó a correr y fue ahí cuando sintió el frío. Hacía frío. Mucho. Lo sintió en los ojos y los labios que se le endurecieron de un saque. Lo sintió sobre todo en los pies porque el pasto estaba literalmente congelado. Hacía días que no nevaba en la aldea, pero era cuestión de que esperar volviera el mal tiempo. Sin duda hacía varios grados bajo cero.  Kün se arrepentía de haber salido con la ropa de dormir y encima, descalza.  Aquella túnica para dormir estaba hecha de una tela mucho más liviana que las que usan durante el día,  ya que dentro de las viviendas la temperatura era mas bien alta, producto del fuego de los hogares.  
Por fin llegó a la cabaña y llamó a la puerta una sola vez.  Para su  sorpresa no fue Quimval quien abrió sino Duam. Y al ver a Ellekuf y Ayükelem sentados junto a la anciana en lo que aparentaban ser unos cómodos sillones de inflados almohadones, la joven comprendió que había llegado tarde.
-Si te has quedado así, con esa cara de sorpresa, mirando a los sillones, los traje de la India en un viaje al otro plano, los recomiendo. Ahora, si tu desconcierto se debe a que creíste que llegabas primera, querida, has tomado demasiados recaudos dijo riendo la longeva Sabia de Geut. Inmediatamente Küntruy también rió y notó que ninguno de sus amigos lucía pijama. Y que además llevaban consigo suficiente abrigo, los cuales habían colgado en las ramas de un ¡árbol! de pequeñísimas proporciones que Quimval había plantado junto a la puerta, dejando una parcela de tierra. La casita era muy acogedora. A pesar de tener una excelente relación con los dueños, Küntruy había entrado sólo una vez y cuando era muy pequeña. Aunque apenas se acordara, el interior del hogar estaba visiblemente cambiado. 
La cabaña estaba construida a base de madera y piedra, como todas las demás. Sin embargo, tenía un encanto especial: souvenirs  traídos desde todas partes del mundo decoraban cada rincón: jarras y vasijas de diferentes tamaños y materiales. Estatuillas y piedras preciosas. Velas encendidas con fuegos verdes, amarillos y rojos que iluminaban todo el ambiente. Y más: había una gran cantidad de pinturas, distintas especies plantas y vegetales  y hasta unos hermosos pajaritos de exóticos colores que revoloteaban por todos lados. Eran Kia y Gut, conocidos por toda la comunidad: acompañon a Minchewekün y a Quimval día y noche, fueran donde fueran., desde hace años. Aunque desde la muerte del Sabio, apenas se los vio afuera.


-¿Tomar tantos recaudos incluía dejarte el pijama? completó Ayükelm provocando una carcajada general.


 -Todo es muy divertido jovencitos, pero sabrán, no hay tiempo. interrumpió cortésmente Quimval ¿Qué saben ustedes la creación de Geut? los amigos se miraron como esperando que alguno conteste. Entonces la Sabia señora repreguntó  A ver, ¿Qué saben de la fundación de las comunidades originarias?


-Bueno…recuerdo algo indicó Küntruy un tanto dubitativa se que nacieron hace mas o menos diez mil años formando nuestro plano. Y que a la vez, se creó el plano impuro, al que deberían cuidar desde aquí. Preservando la tierra y cuidando a sus habitantes. Obviamente sin que ellos lo supieran.
-Sí afirmó Duam y fueron fundadas por cinco hombres a los cuales sus padres les mostró los territorios donde debían erigirse
-Lo que nunca se pudo saber es de donde salió aquella familia porque no hay registro anterior completó finalmente Ayükelem.  A su lado, Ellekuf escuchaba atentamente aunque miraba al piso.
-Exacto. Muy bien, eso es lo que debían recordar. Ahora lamento decirles jovencitos que ello no es toda la verdad. De hecho, no todo es verdad. Quimval sonrió y tomó un sorbo de agua cristalina que se había servido en un vaso de vidrio con forma de hoja de árbol. Ellekuf levantó la vista por un segundo, mirando fijamente a la anciana y luego volvió a bajarla aquella familia en realidad no era tal. Sus padres no eran sus padres propiamente dichos. Era una pareja de ancianos que se dice, vivían en la cumbre del Cerro Tronador entre la Argentina y Chile del Plano Impuro Ayükelem y Küntruy se miraron instantáneamente y rompieron a reír. Quimval las imitó y afirmó  insisto en que se debería exigir más en el estudio de Historia del Mundo Impuro volvió a tomar agua y continuó así que aquí tenemos la primera coincidencia verdadera: del pasado de los ancianos tampoco se sabe nada. Ni cuando ni donde nacieron. Ni quienes eran sus padres. Nada.  Sí que  eran dos sabios, los más antiguos que se conozca y de los que los mas aventurados dicen que nosotros, los sabios de hoy, descendemos. Hay quienes dicen también, que los viejos todavía viven, gozando de una mágica inmortalidad, aunque nunca nadie los haya vuelto a ver.
 Cuenta la historia entonces escrita, que vale aclararles fue encontrada en un gran diario junto a un árbol de aquel monte, que los viejecitos salieron a caminar una mañana. Y fue cuando descubrieron a diez niños a la sombra de ese mismo gran y majestuoso árbol  . Segunda mentira: no eran cinco como se dice, sino diez hermosos bebes que sonreían acurrucados y que habían aparecido, presumiblemente, por arte de magia.  La pareja no dudó un instante y a partir de ese día los criaron como si fueran sus hijos. Así lo sintieron ellos, instantáneamente. Y un sentimiento parecido tuvieron el día en que aquellos niñitos cumplieron los veinte años de edad. Cuentan que ambos ancianos amanecieron una mañana, se miraron y simplemente supieron que hacer: salieron al gran jardín y ubicaron a los ya jóvenes, frente al gran árbol. Los dividieron en parejas y el Sabio hombre habló: "ustedes han nacido bajo resguardo de este gran árbol de la vida. La tierra, el gran paisaje que ya es su hogar, los ha estado esperando  por años y el momento ha llegado. Ustedes son el comienzo. La vida misma y la historia que empieza hoy, aquí". Y entonces los fue llamando de a dos: un hombre y una mujer al mismo tiempo que les asignaba un territorio para ocupar y empezar una comunidad. Luego dijo: “son hermanos y como tales deberán tratarse. Son la vida y la tierra su hogar y deben cuidarlo. Hasta siempre”. Tras darse numerosos abrazos y saludos afectivos, de a dos, aquellos elegidos fueron desapareciendo tras el portal Quimval volvió a tomar un trago de agua. Los jóvenes miraban atónitos, entre sorprendidos y desconcertados. Y entonces Duam preguntó:


-Y si esta historia es cierta como es que no se enseña ni se conoce. Creo que nada tiene de malo…


-No Duam, nada malo tiene. De hecho nada que se quiera esconder hasta aquí. Lo que ocurrió fue que hace cien años en la última revuelta de, cuando no, Tenshken y Yenú, en uno de los concilios que promulgaron los que tomaron el poder, se prohibía cualquier conocimiento y práctica relacionado con la Raza Sabia. Querían eliminarla definitivamente. Y bueno, esta historia fue remplazada por otra inventada, que es la que conocen ustedes. Luego, la revolución no prosperó, el concilio se abolió pero quien sabe porqué, la falsa historia se siguió contando y enseñando hasta nuestros días.  Pienso yo, que tal vez sea por lo que sigue, eso que muy pocos saben y que menos quieren aceptar. Eso que paso a contarles.




sábado, 31 de octubre de 2009

Capítulo 5: "Orígenes"

Primera Parte.


-¿Pero cómo es posible…? – inquirió nuevamente aquel anciano que parecía estar a punto de descomponerse.


Yukel abrió su boca para decir algo pero un hombre de mediana edad lo anticipó.


-¿No era sólo un mito aquello de los Cinco Poderes? – preguntó al mismo tiempo que su cara delataba una mezcla de miedo y escepticismo


-Hay quienes siempre creyeron eso. Yo por mi parte nunca lo dudé. Pero no es eso lo que precisamente importa en este momento –Yukel hizo una pausa y luego continuó– Geut, a pesar de todo, debe continuar con su vida. Todos debemos continuar con nuestra vida. Eso sí, estamos obligados a  tomar una importante decisión y tiene que ser ahora, porque una vez más, no hay tiempo. –Nuevamente un silencio pareció congelar el tiempo en el valle– Sea cual sea el motivo, los de Tenshken planean una revolución, por así llamarla. Hemos sufrido ataques tres comunidades. Y no tengan dudas queridos hermanos, que como ya les he dicho, primero vendrán por nosotros. Quizás, por estar relativamente cerca. Quizás, por que históricamente siempre nos tuvieron un cariño especial –muchos rieron y otros parecieron intentarlo pero sin éxito– Entonces, los que creen que debemos someternos a ellos y evitar más muertes ubíquense a mi derecha. Aquellos que creen que debemos resistir y enfrentarlos, arriesgando la vida de nuestros hermanos pero salvando el honor de Geut, ubíquense a mi izquierda.


Unos segundos después,  nadie quedaba a la derecha de Yukel. No así, el costado izquierdo de Geut yacía ahora unido, una vez más, por el lazo de la más pura hermandad.


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             Y entonces, tal como lo había pedido Yukel, de a poco se fueron dispersando dispuestos a comenzar con sus tareas. Los más pequeños se acercaron hasta Kimël, un  domo construido a base de piedra en donde a partir de los cuatro años eran instruidos por los hombres y mujeres más sabios.  Tradicionalmente, a los niños de Geut se los educó y entrenó  para saber hacer todo y desenvolverse en cualquier disciplina; y siempre mediante los valores de básicos de la comunidad: justicia, pureza, verdad y unión.
Los restantes caminaban en todas direcciones: algunos fueron a buscar comida al lago y las montañas mientras que otros fueron a los bosques en busca de leña. Todos tenían algo que hacer.


Los aldeanos se turnaban para realizar esas tareas. Sin embargo, había dos que eran fijas y obligatorias. El entrenamiento semanal con los Yiorish, los guerreros por oficio de Geut, era una. Más allá que desde niños todos los hombres y mujeres aprendían diferentes formas de combate, era indispensable no olvidarlas. Y aquellos que a partir de los veinte años, habían decidido ser guerreros se encargarían de ello. Yukel y el consejo de líderes habían decido que a raíz de los ataques de Tenshken, los entrenamientos no serían semanales sino diarios.


La otra tarea común a todos los aldeanos, no sólo de Geut sino de todas las comunidades originarias,  eran las Misiones diarias.  Desde la fundación de las mismas, las Misiones han sido obligatorias e indispensables para cada una de ellas, hasta el día de hoy. Es así que al salir el sol, un grupo de personas diferentes es elegido para llevarla a cabo: desde niños hasta adultos. Desde cocineros hasta sabios, guerreros y líderes. A todos una vez por semana les toca viajar y restaurar aquellos lugares de la tierra –cada comunidad ocupándose de su territorio–  que está siendo destruido en el plano Impuro de los Hombres.  Así lo reza un gran cartel ubicado bajo el gran árbol de la comunidad: "Esperan ansiosos y con gusto, honrar su propio nombre, el de su pueblo y su historia. Siempre manteniendo la pureza de su tierra".


                                                                    ----------.----------
            
               Eran alrededor de cincuenta y estaban todos agrupados frente a él, el gran árbol, el portal. Lucían expectantes, contentos como cada vez que les tocaba. Estaban custodiados por mas guerreros que de costumbre, también por decisión de los líderes.
Y allí estaban ellos: Küntruy, Ayükelem, Duam, y Ellekuf coincidían, como casi todas las veces, en una misión. Sin embargo ésta era diferente: Montuln ya no estaba y aunque ninguno de sus amigos pronunciaba algo al respecto, sus miradas hablaban por si solas.  


-Hoy van a viajar a la Jujuy, en el norte Argentino. Una empresa minera en el noroeste de San Salvador de Jujuy está destruyendo las montañas, los suelos y la vida animal.


            El que habló fue un hombre de baja estatura cuya túnica le ocultaba los pies. Era Lapesh, el encargado  de controlar los ingresos y egresos a través del gran Árbol y autorizar a los menores a salir. Cumplía esa función hace décadas. Y lo hacía con orgullo pues anteriormente lo había hecho su padre y su abuelo. Lapesh era uno de los más queridos en el pueblo.
-¡Adelante y buen viaje!
                                                                   ----------.----------. 


            Cuando abrió  los ojos, estos parecieron dolerle por lo que estaban viendo. Era un paisaje lleno de árboles y rodeado de montañas. Un arroyo angosto bajaba desde uno de los cerros haciendo una suerte de zigzag entre la arboleda. Seguramente aquello alguna vez se asemejó a un paraíso pero ahora los árboles estaban completamente pelados, secos y desgarrados. Y parecían sostenerse mediante un frágil equilibrio capaz de quebrarse ante la primera ráfaga de viento. El suelo también estaba seco y rajado y no había nada verde en él. El arroyo era de color marrón pero un débil tono azul evidenciaba el antiguo y verdadero color que alguna vez tuvo. El aroma que expulsaba era horriblemente repulsivo.
Pero lo peor de todo, era la cantidad de animales muertos desparramados por ahí. Desde pájaros hasta zorros colorados y lagartijas flotando en el arroyo.


-Es una matanza indiscriminada... –intentó  describir Ayükelem.


Mientras todos le echaban un vistazo al lugar y se sorprendían horrorizados, un anciano que pertenecía al grupo de los sabios de la comunidad apoyó en el piso una bolsa de cuero que llevaba consigo.  Extrajo de ella una piedra blanca grande y una pequeña. Colocó la de mayor tamaño sobre la tierra y tras frotar  la restante sobre ella por unos segundos, comenzó a salir un extraño humo blanco. Un humo que de a poco volvió más y más grande hasta convertirse en una espesa niebla. El efecto fue eficaz: como por arte de magia se erigió en forma difusa una enorme construcción.  Se veía en transparencia y de hecho casi no se distinguían colores sino que todo era más bien gris. Aquello tenía dos pisos y sobre el techo se elevaban al cielo dos chimeneas de las cuales salían enormes columnas de humo. Pero este era un humo negro y fulminante. Por entre los arboles aparecieron caminando decenas de hombres con cascos.  También eran figuras difusas y transparentes. Salían como hormigas desde una suerte de cueva y parecían estar trabajando.
El sabio dejo de frotar las piedras y todo volvió a desaparecer.


-¿Qué diablos fue eso? –preguntó Duam cuando el hombre se disponía a hablar.


-Esto que acaban de ver en el plano Impuro, es una gran planta minera que se ha instalado en este lugar hace algunos años.  Como ven, destruyó los árboles del lugar, contaminó el suelo y el arroyo terminando  con toda la vida animal.   Y además, arruinó la salud de la gente que vive en los alrededores.


-Sea lo que sea un planta minera veo que hace mucho daño –la joven vaciló un instante y preguntó–  ¿Cómo es que esas personas que viven aquí permiten que pase esto? –cuestionó una joven ubicada al fondo del grupo.


-Ellos no deciden, querida. Hay cientos de estas plantas en todo el mundo, y cada vez hay más y mas grandes. Sirven para obtener piedras y minerales de cuevas, montañas y el suelo.  Y el proceso termina por destruirlo todo. La gente de los pueblos sólo se somete a los desastres que admiten sus líderes, no tienen poder de decisión. –las caras de incredulidad ante semejante situación se multiplicaron– ¡Pero nosotros a lo nuestro: ayudar! Quizás podamos recuperar la vida hasta que alguien desde allá pueda detenerlo.


El panorama era desolador pero estaba lejos de desanimarlos. Por el contrario, los motivaba más poder ayudar. Un grupo se ocupó del arroyo, otro de los arboles. Küntruy y sus amigos se arrodillaron, pues les tocó curar la tierra. La removían e intentaban purificar  cuando Duam recordó.


-¿Qué creen que sean los Cinco poderes?


-No lo sé –respondió Ayükelem– pero estoy orgullosa de que se haya decidido combatir a Tenshken.


-Por si no lo has entendido –interrumpió Ellekuf– han decidido resistir, no combatir. Cosa que es muy distinta. De qué sirve resistir si no pretendes cambiar nada.


-¿Y cuál sería la solución para ti entonces? ¿Ir a Tenshken y atacarlos tú y que muera mas gente inocente?


-¡Ayükelem! –regaño Ellekuf visiblemente perturbado– Recuerda que no sólo atacarán nuestra comunidad. Y que aunque nosotros ganemos la batalla aquí y logremos defender a Geut, los de Tenshken someterán a las demás comunidades y ahí, sí, será al fin. Del plano impuro y el puro también. O moriremos o seremos esclavos de Tenshken para toda la vida.  


-Ellekuf tiene razón. –expresó Küntruy que parecía  estar fuera de la conversación pues aparentaba estar concentrada sólo en curar la tierra– Sin embargo, creo que la gente de nuestra comunidad debe mantener el foco en cuidarse los unos a los otros y resguardar la aldea. Somos nosotros los que debemos vencer a los de Tenshken–Duam y Ayükelem abandonaron al instante sus tareas y la miraron atónitos. Ellekuf, en cambio, sonrió.


-Necesitamos averiguar qué rayos son los Cinco poderes –dijo el muchacho.


Un silencio que duró segundos se apoderó de la situación. 


-Creo firmemente en poder ayudarlos.


Quimval, a quien los jóvenes no habían notado antes, los miraba desde atrás. Y no parecía haber llegado en ese instante…


¡Guardianes bajo Tierra está de vuelta!

Como habrán notado, he estado ausente durante varios días.  No he podido publicar capítulos debido a un problema personal. Pero como prometí a través de facebook, acá estoy otra vez y para ustedes, con el quinto capítulo. Estará dividido en dos partes y acá va la primera. Que los disfruten, Guardianes bajo Tierra está de vuelta.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Capítulo 4 - Los Cinco Poderes

          


         Aquellas palabras parecieron retumbar en el silencio que encerraba aquel valle. No sólo dejaron sin aliento a Küntruy sino también a Duam, Ellekuf y Ayükelem. Los dos últimos estaban visiblemente heridos por la lluvia de flechas y todavía conservaban las espadas en sus manos. Se miraban atónitos: cuatro ataques no era lo mismo que uno, sin duda. Y  todo significaba que se había roto por primera vez en la historia la ley primera…
   
         Ellekuf era un joven apuesto, corpulento. Un muchacho callado e introvertido y por apariencia, el menos perturbado por la situación. Ayükelem lucía un aspecto totalmente opuesto al de su prima Küntruy. Ella era rubia y sus ojos era negros como la noche aunque  igual de deslumbrantes.  Pero aquel brillo se desvaneció en un segundo.  Porque la muchacha acababa de notar que a los pies de Duam yacía el cuerpo de Montuln. Había sido todo tan rápido que nunca se había dado cuenta que faltaba su primo y tampoco que Duam lo había cargado al volver. Pero  menos había  imaginado que estuviera muerto. Corrió entonces hacia él y Ellekuf la siguió.  Los llantos de la chica, mezclados con gritos de impotencia llamaron la atención de todas las personas que conformaban aquella ronda, que hasta ese momento no se habían percatado del arribo de los jóvenes.


           Eran muchos, cientos. Era la comunidad entera allí reunida. La antigua comunidad de Geut. De a uno o en grupos se fueron acercando pero todos reaccionaban igual al ver el cuerpo de Montuln: rompían a llorar instantáneamente y  se fundían en largos abrazos. Aquél muchacho era muy apreciado. Sus padres habían desaparecido cuando él tenía un año y nunca más nadie había vuelto a saber de ellos. Sin embargo, jamás se puso en duda que aquello había sido un secuestro y no una decisión voluntaria. Desde entonces, Mon se había criado con la familia de sus primos. Küntruy tenía un año también y eran llamativamente parecidos.  A la edad de cuatros habían decidido que  no sólo serían hermanos, sino mellizos. Mellizos de corazón. Allí estaban ellos: la familia destrozada porque era la pérdida de un hijo. Un hijo que no era de sangre pero era mucho mas. Así lo sentían ellos y todos los que estaba ahí. Por eso permanecieron unas horas más, aún entrada la madrugada, consolándose unos a otros hasta que el frio punzante de la noche los obligó a volver a sus hogares


           La mañana siguiente despertó a muy pocos, ya que casi nadie había podido dormir. Dos terribles noticias habían sacudido una paz que llevaba cientos de años abrigando a los habitantes del pueblo, y que ahora nadie sabía con seguridad si algún día iba a volver.


           La comunidad de Geut la conformaban alrededor de ciento diez familias. Todas vivían en casas  iguales: pequeños, acogedores y cómodos hogares, construidos a base de madera y piedra. Y a su vez tenían una misma particularidad: estaban ubicados como si formaran una gran ronda y con sus puertas apuntando al centro de la misma.  En todas direcciones, imponentes montañas y un lago cristalino decoraban el paisaje de aquel valle de ensueños.
  
          A medida que el sol se iba asomando por entre las montañas nevadas, los aldeanos iban saliendo de sus casas y se volvían a acomodar en ronda. Lo hacían con una lentitud que parecía intencional, como si no quisieran verse las caras de tristeza y preocupación.  Una vez que estuvieron todos ahí, un hombre se ubicó en el medio. Era alto y su pelo le  rozaba la cintura y, a pesar del frio,  estaba descalzo. Era Yukel, el líder de la comunidad.


-Es un día triste para todos,comenzó diciendo. Su voz era la misma que habían escuchado los jóvenes la noche anterior, apenas regresaron. Todos escuchaban atentamente pero pocos lo mirabanhemos perdido dos valiosísimas vidas y es un golpe del que costará recuperarnos.


Como si estuviese pautado, las miradas de todos los presentes apuntaron tanto a la familia adoptiva de Montuln como a Quimval, la mujer de Minchekewün La anciana llevaba colgada la esfera azul del viejo sabio, ya que Küntruy había podido dársela antes de irse a dormir. Solo atinaron a bajar la cabeza y tratar de esconder sus lágrimas.


-Pocos saben la causa de sus muertes. De hecho, yo las sé porque he podido cruzar unas palabras con Duam la noche de ayer y me ha contado lo ocurrido. Debo decirles que Montuln y Minchekewün  han caído con honor. Aunque eso no significa que comparta  la estupidez que ha desencadenado todo esto. No pretendo culpar a nadie, y de hecho han actuado como los habitantes de Geut más puros podrían haber actuado. Sin embargo, me refiero a que el motivo primero podría haber sido evitado. Ustedes, vengan aquí ordenó el hombre mirando a Küntruy y sus amigos. Ellos, como era lógico, seguían llorando desconsoladamente a su amigo, por lo que Yukel decidió apaciguar la dureza con la que hablaba quiero que todos aplaudamos tanto a estos valientes jóvenes. Tanto a ellos como a Montuln y al viejo Min


El ensordecedor aplauso se escuchó en cada recoveco del valle. Era un aplauso sentido, emotivo, que parecía no terminar. Cuando finalmente se perdió con el viento el hombre volvió a hablar.


-Estos chicos han estado en Ferradurniha al momento del ataque aquellas palabras dejaron más de una boca abierta. Varios se miraron Estamos en el amanecer de una guerra por lo que no me queda más que contarles con detalles que ha pasado y qué es lo que está pasando.
El hombre se sentó sobre una gran roca. Y la gran mayoría hizo lo mismo en el piso. Dio la sensación de que varios querían hablar o preguntar algo pero nadie pareció animarse


-Comenzó todo cuatro días atrás, cuando el viejo Minchekewün recibió dos mensajes de su par de Tenshken. El primero fue casi al amanecer: dijo que los líderes de su comunidad estaban planeando a escondidas algo muy grande y oscuro, algo sumamente peligroso. Y que en principio, por algún motivo particular,  iban a realizar un ataque en alguna zona perteneciente a nuestra custodia.


-¿Cómo es que no nos han dicho nada sobre algo así? No es justopreguntó una mujer que abrazaba fuertemente a su hijo.


- Hemos decidido mantener esto en secreto Vircü,  pues no teníamos ningún tipo de certeza de que haya sido un mensaje verídico. Queríamos más datos y no preocuparlos en vano La mujer permaneció muda aunque aquella respuesta no pareció satisfacerla. Yukel siguió con el relato- Esa misma noche, el viejo Min juró escuchar en su cabeza otra vez la voz del sabio. Pero aquel segundo mensaje solo constó de una palabra: Buzios.  A partir de ese momento Minchekewün comenzó a sentirse mal y nos confeso que se debía a que, casi con seguridad, el viejo de Tenshken había muerto. O según nuestra lectura, lo habían matado. Entonces la cosa se ponía fea.


El silencio de lugar  era fulminante y todos parecían realmente preocupados.


-Aquí fue cuando entraron en escena nuestros jóvenes prosiguió Yukel y al escuchar esto, los jóvenes bajaron sus cabezas  Duam nos contó que Montuln no había podido dormir esa noche y había salido a caminar por el valle. Al pasar por el templo en el que nos encontrábamos algunos  hombres y mujeres tratando de decidir junto a Minchekewün los pasos seguir, el joven escuchó todo. Nosotros, para ser sinceros, hemos fallado pues no nos imaginábamos algo de esta magnitud y habíamos resuelto esperar a que transcurran los días e intentar averiguar algo más.


-¿Hemos fallado? Han muerto Montuln y Minchekewün y tu solo dices “hemos fallado”. ¡Pues claro que han fallado y nadie nos devolverá sus vidas!- gritó furiosa otra mujer, entre llanto y desconsuelo.


Yukel la miró y sus ojos también se llenaron de lágrimas.


-La culpa es nuestra -dijo Küntruy- Y ahora no sirve enojarse y echarnos en cara las cosas. Debemos actuar y prevenir más tragedia.


-Todos nos equivocamos continuó el líder la comunidad con una voz que parecía estar a punto de quebrarse en pedazos creímos que lo mejor era esperar. Y por causa de nuestra estúpida inacción, esa misma noche Montuln convocó a sus amigos y partieron hacia Buzios, no sin antes pedirle ayuda a Minchekewün para viajar a través del gran árbol. Fue ese mismo amanecer y con el objetivo de evitar la mayor cantidad de víctimas que pudieran. Desgraciadamente y  como era de esperar de un ser tan noble, nuestro viejo amigo y sabio decidió ayudarlos  y emprendió viaje con ellos. Al llegar, los jóvenes han permanecido divididos en las playas de Buzios durante dos días pues no sabían cómo ni cuándo iba a ser el ataque. De ahí su desaparición que tan preocupados nos tuvo. Mientras tanto, Minche permaneció en nuestro plano para actuar ante cualquier urgencia: no había precisiones sobre si los de Tenshken operarían desde aquí o en el plano Impuro.


Ya nadie se atrevía a interrumpirlo. Quizás por pensar que era en vano. Quizás por miedo. Entonces el hombre siguió.


-Finalmente, el primer ataque ocurrió ayer. Fue un tsunami con epicentro en Ferradurniha. Exactamente donde se encontraba Montuln, que según me han contado ha llegado a salvar a la única alma pura que se encontraba en el lugar: un niño de tres años al escuchar esas palabras, más de uno esbozo una sonrisa melancólica sé, y también estoy orgulloso, que Duam, Küntruy, Ayükelem y Ellkufe han podido a salvar a dos chicos en Geriba, donde golpeó el tsunami aunque con mucho menor fuerza. Lo más grave es que los de Tenshken actuaron desde aquí. Tras matar Minchekewün, impulsaron el tsunami  y huyeron en busca de refuerzos tras constatar la presencia de nuestra gente. Estos jóvenes se han salvado de milagro.


Las dos chicas se abrazaron. Una sensación de infinita tristeza las invadía aunque también estaban agradecidas de haberse salvado.


-¿Y cómo diablos han podido generar el tsunami? Eso es imposible a menos que…- preguntó un anciano de similar apariencia que Minchekewün.
-No sólo el tsunami, querido Kisho. Como les dije, el sismo en España y los incendios en Australia también. Y las inundaciones en Angola. Eso es imposible como tú dices, a menos que hayan reunido Los Cinco Poderes.


La gran mayoría se miró sin entender, como si aquellas palabras no cambiaran nada. Pero la cara del anciano evidenció la más sincera expresión de horror. Un horror sin precedentes.


-Y no hay dudas que lo han logrado.

martes, 29 de septiembre de 2009

SALVEMOS A LOS GLACIARES


Como ya les había comentado, Guardianes bajo Tierra además de ser una historia de misterio, aventuras y fantasía, también toca temas y cuestiones relacionadas a nuestra tierra.  Y los problemas que lo azotan a son muchos, demasiados. Y son reales. La gran, gran mayoría causados por nosotros.  La tierra es nuestro hogar y hay que cuidarlo. Pero hay que hacerlo ya.  No hay tiempo.

Los glaciares


Los glaciares están retrocediendo de manera alarmante debido al cambio climático. A este paso en pocos años desaparecerán.

Los principales responsables del calentamiento global se reunirán en diciembre de este año en Copenhague para decidir el futuro del planeta.
Pedí a los líderes del mundo que asuman su responsabilidad para salvar los glaciares y el clima del planeta.  Entra a www.greenpeace.org.ar y completá el formulario.


Todos vivimos en él. Todos debemos salvarlo. Todos somos guardianes.



Fuente: Greenpeace

domingo, 27 de septiembre de 2009

Capítulo 3- "El día en que la historia cambió"



            Küntruy apoyó con cuidado la cabeza de su hermano en el piso. Lo miró fijamente a sus ojos que, perdidos en algún lugar, aún conservaban un extraño y especial brillo.  Sus lágrimas caían sobre el rostro de Montuln pero ella no se preocupaba en secarlo. Sentía tristeza, bronca, impotencia. Si tan solo hubiese llegado unos minutos antes podría haber atenuado el efecto de la flecha de Lapeyüm… Se preguntaba una y otra vez por qué se les había ocurrido hacer lo que hicieron pero la respuesta era fácil: los dos sentían igual, pensaban igual actuaban igual. Y nunca hubiesen podido quedarse inactivos, sin hacer nada, ante semejante injusticia y crueldad. Sin embargo, ahora allí yacía su hermano: inmóvil, inerte, muerto. 
Ella no podía dejar de mirarlo. Habían sido diecinueve años de una misma vida, una única vida compartida. Porque era mucho más que su mellizo. Era su amigo, era parte de ella.




Entonces, se dejó caer sobre el cuerpo de el, en un intento de abrazo que duró varios segundos. Casi sin despegarse le besó la mejilla y cuidadosamente le cerró los ojos con su mano. Finalmente, antes de ponerse de pie le susurró acercándose más al corazón que a los oídos.


-Lo único que aliviará mi alma es que se que no has muerto en vano, lo juro. Te quiero y te extrañaré…


            Pero esa misma seguridad con la que pronunció esas palabras, se transformó en miedo y desesperación en un segundo. Porque repentinamente, un gran estruendo pareció quebrar en mil millones de pedazos el silencio del lugar. Küntruy giró su cabeza, ya que estaba de espaldas al horizonte por el que se perdía la playa, y a solo unos metros de ahí acababa de erigirse de la nada una llama de casi tres metros de altura. Pero no era sólo eso lo que la convertía en anormal sino que, además, era completamente negra. Un fuego negro y fuerte que nacía desde la misma tierra y que ardía y crecía cada vez más. Ardía tanto que Küntruy podía sentir que hervía en su piel y en sus ojos llenos de miedo.


-No puedo creer, es el fuego…se dijo con un visible temor que de a poco se convertía en terror.


           Si no fuera porque sus amigos estaban en camino, definitivamente ella ya hubiera vuelto a casa. Pero ahora debía que esperarlos y advertirles, tal como lo hizo Montuln, que no peleen y que había escapar. Afortunadamente, recordó que tenía en su poder la esfera azul de Minchekewün. Se le ocurrió que, quizás, todavía conservaba sus poderes porque era probable que no hubiera pasado más de una hora desde la muerte del anciano. Entonces, al igual que había hecho su hermano para llamarla, la colocó frente a sus ojos.


-¡Duam! Soy yo, Kün. No vengan, vuelvan a casa, ellos están aquí y están decididos a acabar con nosotros: han lanzado el Fuego Iaik. Contesten, ¡por favor!rogó y entonces yo regresaré también.


            El fuego de Iaik era la señal de que quien lo enviara, venía en son de guerra dispuesto a matar, a terminar con cualquier vida que se le imponga. Y después, apoderarse también de sus tierras. Ella lo había visto sólo una vez en su vida pero era sabido que muy pocas veces en la Historia alguien lo había sido usado y solo en situaciones límite. Tenía que huir inmediatamente. No obstante, debía esperar a sus amigos. Quería esperarlos y asegurarse  que retornaran sanos y salvos.


            Fue en ese momento que sintió que se le paralizó el corazón. Alrededor de treinta figuras humanas aparecieron en lo alto de un morro, a medio kilometro de ahí. Llevaban puesto exactamente  la misma vestimenta que los jóvenes y el anciano, pero en lugar de ser blanca, las de aquellas personas eran túnicas completamente negras. Algunos estaban subidos a unos altos caballos, también negros, y otros estaban a pie. Pero todos coincidían en algo: llevaban armas. Armas mortíferas y letales. Arcos y flechas, espadas, sables, lanzas y bastones, entre otras tantas. Todas de gran tamaño y con un brillo especial. Todas preparadas para matar.


-¡Duam! ¡Contés…


           El miedo volvió a interrumpirla. Sin mediar palabra, uno de los hombres ubicado en el medio de una fila que habían formado aquellos extraños individuos en lo alto del morro, había disparado algo que se veía como una bola de fuego negra, que ahora viajaba a toda velocidad y en dirección a ella. Segundos después, ya no era una sola, sino dos. Y tres, cuatro, diez. Todos habían empezado a disparar. Decenas de bolas de fuego negro volaban hacia donde ella estaba parada. No podía defenderse porque era inútil. No tenía con qué responder tampoco, aunque también hubiese sido inútil. Tenía una sola opción que era la de abandonar el lugar mediante el árbol por el que había llegado y después, rezar para que sus amigos pudieran escapar. Si decidía eso, debía hacerlo ya.


Pero Küntruy permaneció allí, inmóvil.  Lucía resignada, como esperando que aquellas bolas de fuego, que no eran más que letales flechas encendidas por el fuego de Iaik, en cuestión de segundos la quemaran y la enviaran con su hermano.


Entonces pasó.
            
Fue tan rápido que no llegó a comprenderlo. Tres destellos blancos aparecieron frente a ella: tres jóvenes más, dos hombres y una mujer con unas extrañas espadas brillantes en sus manos se ubicaron unos metros mas adelante de donde estaba parada.  Y así, desviaron las primeras bolas de fuego. Uno de ellos se arrojó sobre Küntruy y la tiró al piso. Mientras se arrastraban hasta el gran árbol, los otros dos jóvenes rechazaban como podían las flechas que seguían cayendo. Y después todo fue blanco.


              Cuando abrió los ojos el lugar era completamente diferente. Vio sus montañas, sus lagos, su gente. Finalmente estaba en casa. Sin embargo, algo andaba mal.
Toda la comunidad, que vestía igual que ellos, estaba reunida formando una gran ronda. Alguien en el medio, a quien no llegaba a ver, hablaba con una voz que cortaba un ambiente sepulcral.


-Ha sido la gente de Tenshken. No sólo han atacado en Ferradurinha, sino también ha habido ataques devastadores en Cádiz, España, y en Victoria, Australia. Sólo falta confirmar las inundaciones de Ondjiva al sur de Angola pero a esta altura es seguro que han sido ellos. Y las víctimas serían cientos. Creo poder decir que están dispuestos a todo. Seguramente vendrán por nosotros primero, y no será dentro de mucho tiempo. Pero debo decirles también que hoy la Historia ha cambiado y no podemos darle la espalda. 
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