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sábado, 12 de septiembre de 2009

Capítulo 1: "Misterio en el desastre"




 
          La señora, de unos cuarenta años de edad reposaba sobre la cálida arena blanca de la pequeña Praia da Ferradurinha ubicada al sur de Buzios, en Brazil. Como si fuera una diminuta porción del Edén, apenas llegaba a los cien metros de longitud pero aún así las treinta o cuarenta personas que la disfrutaban parecían abarrotarla. Algunas nadaban y otras, como si fuera un jacuzzi natural, solo permanecían ahí, quietas, dentro de la verde agua cristalina. Otro grupo, al igual que aquella mujer, se rendía al potente sol de mediodía que ya se sentía en forma de ardor en la piel. Por momentos, hasta daba la sensación de que el calor podía verse desprendiéndose de las rocas de los morros que rodeaban la bahía. Ella, sin embargo, llevaba puestos unos anteojos para protegerse; pero aún así el sol le mantenía los ojos cerrados por largos períodos de tiempo que, de no ser por su hijo que jugaba con la arena a unos diez metros de allí, seguramente ya estaría durmiendo.
Adeilton, en su cuarto verano de vida ya merecía la categoría de experto en el arte de armar castillitos. Desde sus primeros días de veraneo, su padre que siempre había deseado ser arquitecto, le había enseñado diferentes tipos y formas de hacerlos. Aunque como todo niño que hace y deshace cualquier cosa que haya hecho, él solía ubicarse bien lejos de la orilla, casi pegado a una verja que limitaba un terreno de un hotel con ubicación privilegiada. De tal forma podría evitar que sus fortalezas de arena sufrieran un derrumbe por culpa de las olas: eso sí que no lo soportaría.
Pero fue así como las primeras lágrimas llenas de angustia humedecieron sus pálidas mejillas para finalmente convertirse en un desconsolado llanto. Ocurrió cuando una diminuta ola lo suficientemente grande para él, por fin alcanzó- sorprendentemente- y desvaneció bajo el agua su castillo.
Entonces el niño lloró. Y lloró ya cada vez más fuerte. Bruscamente, su madre despertó de su fugaz letargo y lo buscó con una mirada que evidenciaba un dejo de preocupación. Pero allí lo vio sentado y bien, sólo quejándose por lo ocurrido. En ese momento, una segunda pequeña ola con una inusual fuerza llegó nuevamente a donde se encontraba el chico. Esta vez, el agua le cubrió las piernas, lo que provocó que el sollozo se transformara en gritos desesperados. Ahora sí, su mamdre se levantó y comenzó a caminar hacia el niño dispuesta a consolarlo, pues no veía que hubiera posibilidad de que el lamento cesará por arte de magia.




Pero ya no había más tiempo.



Un agudo y estruendoso grito apagó el llanto del niño: el grito por el cual una madre daría su propia vida por no pronunciar jamás. Un joven extraño que ella juraría haber visto aparecer de la nada, acababa de tomar a su hijo por la espalda y corría a toda velocidad en dirección al angosto pasillo por el cual se entraba y se salía de la playa. Intentó alcanzarlo.



Pero ya no había tiempo para más.


La mujer vio impotente como aquel ser le había a arrebatado a su hijo frente a sus narices y se lo llevaba corriendo con total impunidad. La desesperación, el miedo, y el shock que le produjo aquel secuestro la habían transportado a una suerte de mundo paralelo: mientras perseguía al individuo, jamás reparó en la gigantesca ola que se aproximaba a la orilla.
Pero sólo unos segundos antes de que la furiosa marea alcanzase la costa, fue testigo de algo que sus ojos no lograron comprender: el joven, con Adeilton en brazos, cruzó el umbral del pasillo y, con el mismo envión que llevaba, traspasó el tronco de un majestuoso árbol que custodiaba la entrada a la playa y se desvaneció como por arte de magia.


Y entonces, la inmensa pared de agua, del tamaño de un edificio de cuatro pisos, no le dio tiempo de reaccionar a los bañistas. Los que intentaba salir del agua apenas llegaron a tocar la orilla. Los que habían estado acostados y disfrutando lo que era un hermoso día de playa ahora corrían en todas las direcciones, presas del horror y la desesperación. Pocos llegaron al pasillo que funcionaba como la única a salida a una calle aledaña. Los demás, los restantes, fueron arrasados por la gigantesca ola como si fueran parte de aquel paisaje que ahora yacía destruido e irreconocible.

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Las noticias del día posterior sólo hablaban del desastre en la costa sur de Buzios. El Tsunami que no había podido prever ningún sistema meteorológico había devastado con todo a su paso en las playas brasileñas, con foco principal en las turísticas bahías de Ferradurinha y Geriba. “Según los datos extraoficiales el fenómeno habría acabado al menos con la vida de noventa y ocho personas”. Pero todos, absolutamente todos hablaban del milagro: el milagro de dos bebes que sobrevivieron en Geriba y se recuperan favorablemente. Pero aún más sorprendente, el milagro de un niño de cuatro años que fue encontrado en Ferradurinha completamente ileso, lúcido, sin signos de golpes o marcas de ningún tipo y abrazado a su madre moribunda que -gravemente herida- se recupera en el hospital...

3 comentarios:

Lorena Ruiz dijo...

Bueno, voy a hablar sobre tu historia...

Primero, desconozco tu edad, pero me encanta tu estilo de escritura.

Segundo, la historia se ve DEMASIADO interesante... seras el culpable si me da un ataque nervioso esperando que actualices la historia xDD

La trama se ve bastante interesante, y esa intro ha sido... no sé, muy curiosa... Es como... como que no te lo esperas... Ya que nada informa sobre lo que va a suceder, y eso te hace sentirte (por lo menos, a mi) como a los pobres veraneantes de la playa... XD

Ahora me quede con muchas dudas aaaagh... ¡¡Continualo!! ¡¡Te obligare si hace falta!! xD

Bueno... Besos y animo!!
Ojala y consigas publicarlo... se ve bastante bueno...

Anónimo dijo...

Muy bueno, muy bueno muy interesante!

alberp22 dijo...

Es muy bueno. Intenta publicarlo en Bubok, una empresa online, gratis, sólamente necesitas registrarte y publicar. Puedes vender el libro en varios formatos (papel de distintos tamaños y ebook de distintos tamaños).

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