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sábado, 19 de septiembre de 2009

Capítulo 2- "El comienzo"







          
         Llegó con lo justo, agitado, mojado. El destello blanco, nuevamente, lo había obligado a cubrirse los ojos con el antebrazo y aunque le pareció que tardaba más que otras veces finalmente ahí estaba, otra vez. Una extraña sensación de tranquilidad y silencio se sentía en el aire. El agua del mar ahora estaba completamente calma y más celeste que nunca, como si fuera un fiel reflejo del cielo; el sol no molestaba, no quemaba y se sentía cálido y agradable; no obstante, la misma arena blanca de aquella bahía se perdía de vista en dirección contraria al océano porque allí no había rastros del hotel, ni de las sombrillas ni el pasillo que condujeran a calles que tampoco existían. Sin embargo, sí estaba el árbol. Aquél majestuoso y sólido árbol ubicado, atrás de él, exactamente en el mismo lugar.


Precavido, miró rápidamente en todas direcciones y comenzó a caminar como buscando algo. 
Y entonces, divisó “ese algo” unos metros mas allá, junto una roca. Corrió sin saber porqué, tal vez simplemente porque sintió esa necesidad a pesar de que la arena estaba pesada y se le hacía más costoso. Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver de qué se trataba, el joven se detuvo en seco. El corazón le dio un vuelco al ver el cuerpo de un anciano desparramado junto a la enorme piedra. El hombre llevaba puesto una especie de vestido blanco cruzado por una suerte de liana a la altura de la cintura y dejando sus pies y sus brazos al descubierto. Su cara estaba desencajada y los ojos estaban abiertos mirando a ningún lado. Pero aunque el joven lo suponía, igualmente quiso corroborar si respiraba, si tenía pulso. Pensó que había pasado muy poco tiempo y que tal vez…


Pero no tuvo éxito, y más rápido aún su anhelo se convirtió en desazón y la desazón en una profunda tristeza.


Y entonces se dio cuenta de que el peligro ahora lo corría él. Había roto las reglas, sí, pero aunque los suyos lo entenderían, había arriesgado mucho y a muchos. De hecho, Minchekewün había muerto y sabía que los que habían acabado con el anciano venían por él si es que no andaban todavía escondidos por ahí. Automáticamente cerró los ojos y, concentrándose, susurró para sí mismo.


-¡Küntruy! ¿Dónde diablos estás? Debías estar aquí, con Minchekewün.


El joven se quedó quieto, en silencio y con los ojos cerrados esperando una respuesta que por el momento no llegaba.


-Contéstame, ¡por todos los cielos!


El chico se acercó al cuerpo del anciano y con cuidado, lo corrió a un lado descubriendo las cenizas de lo que había sido una especie de hoguera rodeada por pequeñas rocas blancas. Al verla su cara otra vez denotó preocupación.
-¡Maldición! – bramó.


Fue en ese momento que cayó al piso tras sentir un terrible dolor en el gemelo izquierdo. Aturdido por sus propios gritos, vio que algo semejante a una flecha le había atravesado la pierna. Era plateada y emitía un brillo que encandilaba.
En cuestión de segundos, la pierna empezó a tomar un color morado: era la flecha de Lapeyüm.El joven sabía que si no conseguía ayuda urgente moriría en algunos minutos. A causa de la herida de la flecha o simplemente porque ellos, si no fallaba en los cálculos, estaban a menos de un kilometro de ahí.


Sin perder tiempo, tomó la flecha con las dos manos y cerrando los ojos, apretó los dientes y tiró de ella hacia afuera. Entonces volvió a gritar pero esta vez como nunca lo había hecho antes. Sintió como al salir, la flecha le desgarró la pierna por dentro. El dolor que le producía ya era insoportable pero al menos había logrado sacarla. Con gran dificultad, giró sobre sí mismo para quedar junto al cuerpo de Minchekewün, metió la mano por debajo de la vestimenta del anciano a la altura del cuello y le arrancó un largo collar del que colgaba una esfera azul. Tras colocárselo él, se puso de pie y ubicó la esfera frente a sus ojos. Entonces, mirándola fijamente exclamó:


- Mütrümün.


Echó un vistazo al enorme árbol, allá cerca de la orilla y luego, nuevamente, volvió a fijar la mirada en la bola azul. Cerró los ojos.
- Por favor –rogó el joven con visible preocupación– ¡Mütrümün!


Inmediatamente, surgió desde y frente al tronco del árbol un destello blanco y brillante. El joven sonrió y empezó caminar lo más rápido que pudo, ya que correr le era imposible, en dirección a aquel extraño resplandor. Arrastraba la pierna y le costaba mantenerse parado. Pero aún así no se dejaba vencer por el dolor. No había tiempo. Nunca había tiempo.


A medida que aquella luz se apagaba, se iba conformando una figura que terminó siendo la de una mujer. Una joven y bella mujer vestida igual que el anciano. Sus ojos eran verdes y cristalinos como el mar que decoraba esa playa. Hacían un perfecto contraste con su pelo negro que casi le llegaba a la cintura. Cuando la chica lo vio mostró también una sonrisa que, sin dudas, era igual de deslumbrante que el resto de su cuerpo.


-¡Küntruy!, –gritó él, que ya casi llegaba hasta donde se encontraba la mujer–¿Dónde has estado? –preguntó jadeando y pareció que estaba a punto de llorar. Su cara mostraba dolor y sufrimiento.
-Oh, Montuln, perdóname. Intenté ayudar –respondió ella– ¡Montuln, no! – el joven había caído al piso. Su cara se estaba poniendo morada también.


Küntruy, con lágrimas en los ojos le tomó la cara con las manos. Ya se había dado cuenta de lo herido que estaba el muchacho y qué era lo que le había causado la herida.
-Vamos, Mon, resiste, ya le avisé a los demás y vienen por nosotros. ¿Hace cuanto que…?
Pero Montuln lloraba y solo miraba a su hermana.


-Vete Küntruy. Vete y sálvate –la interrumpió– diles a los demás que no peleen porque morirán también. Ellos ya han llegado y son más. La guerra ya empezó pero eso no significa que hoy debamos suicidarnos acá. Reúnelos a todos para ver cómo seguir.


El joven, con visible esfuerzo, se quitó el collar que había tomado del anciano y se lo colocó en el cuello a su hermana. Y ella, al verlo, ahogó un grito de tristeza.


-Llévaselo a Quimval. Dile que Minchekewün se ha ido en paz.
Küntruy tampoco cesaba de llorar. Lo abrazaba. Pero Montuln ya había cerrado los ojos y sonreía, como el anciano. Tal vez porque había cumplido, al menos con su parte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante, me gusto mucho.

Lorena Ruiz dijo...

humm...
no sé qué decirte...
La verdad es que me ha gustado bastante, aunque estoy intentando atar cabos, pero aún hay un hilo que se me escapa...
Bueno, lo intentaré pillar en el siguiente capitulo xD
Pero ese final... tsk... no sé, me gusta pero no me gusta... el chico ha muerto? Puede que sea yo, que estoy acostumbrada a muertes mas detalladas, pero no me acaba de encajar la manera de morir del chaval..
Pero bueno! Me gusta mucho tu historia!!
Sigue p'alante!!! :DDD

Anónimo dijo...

POR FAVOR: SIGUEEEE!!! Impresionantemente extraordinario :D ODIO que me dejen con las ganas, de todas maneras XD Gracias !! :D

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